Un grito de amor desde el centro del mundo’ es una novela interesantísima, que explora con mucha habilidad los terrenos de la irrealidad de la pasión amorosa, la pérdida de un ser querido y hasta nuestro lugar en el mundo."
Las tres primeras frases del libro son apabullantes: “Aquella mañana me desperté llorando. Como siempre. Ni siquiera sabía si estaba triste”. Directas. Sencillas. Sobrecogedoras.
La sinpsis es la siguiente:

Sakutarô se resiste a pensar que se ha enamorado de Aki, por temor a que ella, pese a sus insinuaciones constantes y a la relación abierta que mantienen, pueda rechazarle. Así que comienzan un noviazgo con pies de barro, casto y lleno de tabúes. Es una presentación de personajes a trazos, brillante por su determinación y que subraya la melancolía como el comportamiento estándar que rige la evolución humana.
Porque Katayama ha sabido construir dos personajes que, pese a su normalidad, están condenados a ser inolvidables. Se aman, y por tanto se hacen mutuamente dependientes. Llegan a pensar que no se imaginan un mundo sin el otro con toda naturalidad. Se roza lo deprimente del asunto, aunque tarda en alcanzarse, cuando se intuye que Aki está enferma y que la esperanza de volver a vivir una relación de color de rosa es cada vez más abstracta y absurda. Las conversaciones de felicidad plena se convierten en lamentos al pie de la cama del hospital, miedo y mal presagio.
*"Pero enamorarse de alguien significa pensar primero en el otro. Si yo sólo tuviera un poco de comida, querría dártela a ti. Si tuviera muy poco dinero, antes que comprarme algo que me gustara a mí, te lo compraría a ti. Y, sólo con que tú me dijeras que estaba bueno, ya se me quitaría el hambre y, si tú estuvieras contenta, también lo estaría yo. El amor es esto".
Una linda historia: sencilla pero conmovedora
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